El velero

El velero

Después de una fuerte tormenta, el velero estaba a punto de naufragar, de pronto diviso tierra, allí a lo lejos había un puerto seguro, las corrientes y brisas marinas lo atrajeron hacia allí.

Durante varios años en el puerto, pudo ser restaurado,  reconstruidas sus partes más dañadas, con mucha ternura, mimo, comprensión, entrega, escucha.
De pronto un día el sol volvió a brillar en lo alto del cielo, las gaviotas emprenden el vuelo y de pronto la brisa que lo había impulsado hacia ese puerto seguro, ahora le indica que es hora de marchar.

Aquella parada era solo una etapa más del camino, de la aventura que tiene por delante.

Pues por muy bien que se esté en puerto seguro, los veleros están hechos para navegar, arriar velas y que los vientos y las corrientes los lleven a recorrer nuevas experiencias.

Al inicio, de pronto, cruje la madera, hay miedo, incertidumbre por lo que depara y espera allá lejos en el horizonte, dudas de si resistirá, si volverá de nuevo otra tormenta y esta vez no tendrá el puerto donde refugiarse. Sin embargo, ya está en movimiento, las velas impulsadas, las corrientes deslizan el barco y le llevan hacia su nueva etapa, llena de sorpresas, músicas, risas, gritos, lágrimas, quizá nuevos puertos e islas.

Han pasado varios días, ya no hay tierra a la vista, aquel puerto seguro que tanto amor y cuidado le dio forma parte del recuerdo, que se queda por siempre grabado en un rincón de la quilla.

No quiero olvidar que como el velero, la vida nos impulsa siempre hacia nuevas vivencias, estoy hecha para vivir aventuras, cómo decía Joseph Conrad «Creía que era una aventura y era la vida«. Aunque como el velero en ocasiones hay miedo y vértigo, voy a aliarme con él y a ver que nuevas rutas descubrimos. 

Gracias por leerme y acompañarme en esta travesía, ojala te resuene o mueva algo y quieras compartirlo conmigo.

» Creí que era una aventura, y era la vida» J. Conrad